No ha pasado un mes de la visita del Santo Padre Benedicto XVI, y he querido dedicar mi primer escrito a tan insigne visita.
Desde que el anterior Papa, Juan Pablo II, instauró como algo normal las visitas a los fieles del mundo en su propio territorio, hemos visto que cada vez son más los que pierden el miedo a demostrar su hermandad en la fe en Cristo y la Iglesia Católica que, sin ser perfecta, aún sigue los pasos del Salvador en el intento de mejorar nuestro paso por la tierra.
España demostró, una vez más, que se siente profundamente religiosa. Los jóvenes adolescentes de nuestro país han sido ejemplo de amabilidad, cordialidad, alegría y, sobre todo, de paciencia. Paciencia frente a las largas horas de espera entre actos y a los ataques de aquellos que, con la escusa de ¨La España Laica¨, han salido a la calle a volcar su frustración en forma de odio contra los que festejaban la llegada papal.
Frustración porque jamás la izquierda española será capaz de movilizar a tanta gente de forma voluntaria y con tanta alegría.
Frustación porque saben que nunca acabarán con nosotros aunque ¨vuelvan a salir a quemarnos¨ como en el 35-36.
Frustración porque saben que cuando las cosas van mal, son las caritas diocesanas las que tienen el mayor cariño de la gente por su labor, y no los parches sociales con los que pretenden comprar y callar a la gente.
Amigos y hermanos en la Fe, somos y seguiremos siendo el faro que alumbre en la oscuridad del desconsuelo y la desesperación. Nos odiarán y recibirán amor, nos amenazaran y les ofreceremos una mano donde apoyarse, nos matarán y la semilla muerta y enterrada surgirá con más fuerza.
Y si siguen en la idea de odiarnos, convivir con ellos es la mejor forma de demostrar que somos mejores. Ánimo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Con la tecnología de Blogger.
No hay comentarios:
Publicar un comentario